Cuando nos referimos al concepto de Inteligencia, nuestras referencias nos conducen a invocar a dos fuentes de la misma: La inteligencia natural, manifestada por las personas, y la controvertida y poco asible “inteligencia artificial” referida particularmente al mundo de las máquinas que son capaces de seguir procesos complejos y aparentemente tomar decisiones, entre las que encontramos a las computadoras.
Ante esta dualidad, es entendible que se tenga referencia de un concepto de inteligencia aplicable a las creaciones convencionales llamadas organizaciones y entre ellas a las empresas.
¿Cómo una entidad virtual, inexistente desde el punto de vista biológico o electromecá-nico pudiera alcanzar una manifestación inteligente?
¿Qué acaso, dentro de una organización quien piensa y desarrolla la estrategia, no está a la cabeza de una pirámide en donde al resto se le paga para hacer y no para pensar?
¿Cuándo es acaso que, las capacidades de resolución de su destino se han traspolado a un enjambre de personas incapaces de ir más allá de los muros de la subordinación?
Chun Wei Choo en su libro “La Organización Inteligente” (Choo, 1999) señala que son tres los aspectos básicos a considerar dentro de la vida de las organizaciones, todos ellos relacionados al uso de la información: Percepción, creación del conocimiento y toma de decisiones. El nivel de inteligencia en la organización correspondería al nivel holístico alcanzado en el intercambio de energía entre los tres aspectos.
Así las cosas, la inteligencia de la empresa queda al arbitrio de la forma de gestión del conocimiento, otorgándole una caracterización mayormente funcional ya que está supe-ditándose los resultados a una adecuada combinación de factores que parten de una decisión.
Chun Wei Choo menciona la participación del holismo como un resultado deseable (una adecuada gestión del conocimiento), no como un motor que por sí mismo se perciba co-mo una unidad integral.
Es entonces que, el concepto de inteligencia para una organización, queda supeditado a un resultado y no a una cualidad intrínseca.
Es entonces que necesitamos poner énfasis en que una inteligencia organizacional no queda ni del lado de la inteligencia natural ni del lado de la inteligencia artificial, sea me-jor dicho que es un tipo de respuesta que atiende a la capacidad de la estructura organi-zacional para resolver su retos integrales, es decir, en donde se involucran todas sus áreas y en todas direcciones. Y para que esto ocurra necesitamos dejar de lado la incli-nación de la organización autodeterminada, es decir, otorgarle el verdadero y justo valor a la influencia que las personas tienen en su creación, operación y gestión. Es así que entonces, que el enfoque se actualiza y deja de ser funcional y fragmentario dirigiéndo-nos hacia las premisas de “La quinta disciplina” de Peter Senge , en donde el trabajo con los Modelos Mentales implica un dominio personal y el trabajo de equipo en la construc-ción de una visión integral.
En la actualidad, aún este enfoque resulta insuficiente para las demandas de las nece-sidades del capitalismo consciente y del mundo, por ello nos conducimos hacia el para-digma emergente de la “Inteligencia Espiritual en las Empresas”, el cual será un tema consecuente.