Hay temas de la vida ordinaria en los cuales vale la pena insistir. Uno de ellos es el asunto de la felicidad.
En mi libro de la empresa familiar consciente hago un repaso de la relevancia de transformar este tema o concepto, en una experiencia cotidiana de vida.
Cuando nacemos y cuando morimos son dos momentos que marcan nuestra incursión en este plano de las experiencias duales impulsadas por el factor tiempo. Es entonces que reconocemos a la vida como movimiento que nos lleva de un punto al otro y por donde vamos ostentando un vehículo que no hemos comprendido a cabalidad: la condición humana que abarca, tanto la parte física, como la parte intangible.
Para este transcurrir en la vida, ordinariamente nos seducimos por el mundo y sustentamos nuestros propósitos en percibir una sobre satisfacción de nuestras necesidades.
Para ello, es frecuente que reduzcamos nuestros parámetros de satisfacción a factores económicos.
Aquí tenemos una serie de consideraciones. La felicidad es un estado que ya existe. Es parte de nuestra esencia. Es la materia o sustancia de la que se compone nuestra parte cuántica perene. La felicidad consiste en elevar nuestra vibración corpórea hasta una frecuencia que nos permite facultarnos en conciencia a discernir en relación con lo que realmente requerimos obtener y ofrecer al mundo, haciendo del espíritu colaborativo la brújula que encamina nuestros pasos.
Bajo este principio no solamente damos y recibimos con integridad a todos cuantos interactuamos, sino que nos beneficiamos mutuamente en el ejercicio de los roles que nos corresponde cubrir dentro de este plano existencial.
En la refriega ordinaria, este estado de una interacción pura conmigo mismo y con el entorno se ve ensuciado fácilmente con las expectativas, las necesidades creadas, las incoherencias racionales y emocionales, las cuales generalmente detonan en manifestaciones de frustración a través de una común. Para lograr entender y ejecutar acciones en consecuencia de reconocer esencialmente la experiencia de la felicidad, requerimos seguir un puntual camino de regreso a nuestros orígenes, a la parte de nosotros que evitamos reconocer a través de la seducción total con las cosas del mundo, y ese reconocimiento solo se logra accediendo a la posibilidad de su existencia.icación fuera de causa y una emocionalidad inmadura. Esto equivale a ir cubriendo nuestra felicidad esencial con capas de blindaje que nos impiden experimentar vivamente una plena conciencia.
Entonces parte del trabajo es: Develar esas capas a través de la atención plena.
Abrirnos a la experiencia y limitar nuestro escepticismo. Nuestra parte racional pura es la principal resistencia que nos limita en la experiencia fundamental.
Si consideramos que esto nos aleja del cumplimiento de nuestro propósito de vida, esa creencia se nos revierte en un autoengaño, puesto que representa la barrera que nos pone el ego para que evitemos abrirnos al verdadero contacto, a la realidad esencial.