Una persona no trasciende necesariamente porque haya formado una familia, porque haya escrito un libro o porque haya tenido un x o y logro, así como una empresa no trasciende necesariamente por durar más de cien años por haber generado un valor económico. Para trascender, en ambos casos, se requiere de la armonización de la parte espiritual; contando con un propósito que se cumpla aportando a las sociedades y al mundo un producto, servicio o modelo que generen una mejora real a las condiciones de vida o a la solución a un problema real que no tenía solución: Lo que representa el desarrollo de una” innovación consciente”.
En virtud de que los conceptos de inteligencia espiritual e innovación consciente corresponden a una fórmula de congruencia de vida, el aplicarlos permanentemente resulta en un principio de realidad consciente. La puerta que nos da acceso a estas prácticas es la atención plena o el enfoque consciente, lo que significa potenciar la experiencia del momento presente mediante su comprensión ampliada a través del discernimiento.
Un ejemplo muy común lo tenemos en la práctica de conducir un automóvil, ya que nuestra atención en ese momento en el acto de manejar es muy difusa; preponderadamente nos mantenemos alineados a nuestro subconsciente que sabe conducir perfectamente, elige nuestras rutas y nos permite ubicar nuestros pensamientos y reflexiones en otro lugar o tema muy distantes en ese momento. El efecto de esta práctica produce que poco o nada podamos aportar para mejorar la forma en que conducimos y cómo interactuamos con el vehículo y las personas que conducen otros vehículos. Hasta nuestros patrones inconscientes se manifiestan como el correspondiente a nuestra tendencia de protección territorial,” si te metes al carril, me cruzo”,” si aceleras para meterte enfrente de mi, acelero”, y otros patrones similares. Lo interesante de esto es que, conforme a lo que comentamos, estos momentos son muy útiles para la aportación de prácticas que nos conducen a un cambio profundo: si procuro mantener una atención plena en la conducción de mi automóvil, seguramente notare los momentos en que puedo aportar una práctica para mejorar las condiciones en que se presentan las atribuladas condiciones del tráfico, puedo acceder el paso sin sentirme agredido, puedo utilizar una velocidad más adecuada para evitar contribuir con la agresividad, puedo apreciar mejor una pieza musical incluso puedo cantar para liberar el estrés. Esto y más resultara innovador desde el punto de vista consciente, pues corresponde a un modelo de conducción que aporta en la mejora de las condiciones de mi entorno.
Cuando un cambio de actitud, como eje ejemplificado, es seguido por una masa crítica de personas, prolifera el modelo innovado y se genera una nueva cultura que ofrece mejores perspectivas a la calidad de vida. Si aplicamos este principio a la innovación consciente, cada uno de nosotros tenemos el potencial de desencadenar un nuevo conocimiento que venga a aportar una solución de problemas o a mejorar nuestro entorno.
La espiritualidad en la empresa ha seguido un camino de evolución. Siempre ha estado presente de una u otra forma, ya que, la forma en que se maneje en relación con todos los interesados tiene que ver con la forma de despliegue de un nivel de consciencia, no obstante, de manera clara e intencionada, no es sino hasta los noventa se comienzan a desarrollar modelos organizacionales que las contemplan.
La espiritualidad es el camino que nos lleva a conocer y encarnar nuestra propia esencia, para lo cual, el principio de la realidad, en la forma de aceptación incondicional potencia la experiencia consciente y o por lo tanto la vida y el trabajo adquiere sentido. Esto nos conduce a la necesidad de experimentar la vida como seres completos aportando lo que somos y lo que no somos. Al ponerlo en una práctica más sencilla de comprender la inteligencia espiritual surge en cuanto se aporta todo lo que hay de auténtico en el corazón.
Como menciona Daniel Gabarró en su libro “Espiritualidad y la empresa”, impulsar a una empresa se hace desde la espiritualidad cuando su propósito es de completar, enriquecer y mejorar el mundo(Gabarró, 2013).
Carlos Llano (2001), el gran filósofo empresarial mexicano, describió el proceso evolutivo de las empresas comparándola con un proceso de metamorfosis que la conduce desde su necesidad hasta la atención de sus necesidades de trascendencia. Este proceso no es inercial, requiere de ser visualizado e intencionado, es por lo que la gran mayoría de organizaciones y empresas se quedan en su visión de rentabilidad y generación de valor económico.
La inteligencia espiritual representa una fortaleza irradiante que impulsa la experiencia hacia una integridad en donde ninguna de las áreas de la vida podría ser excluida, Por lo tanto, el campo de los negocios no puede quedar al margen. Cada persona que se aproxima a un esfuerzo empresarial, bajo sus distintos roles: inversionista, directivo, funcionarios, empleado, colaboradores, afiliado, proveedor, cliente usuarios, etcétera; influencia y es influenciada con sus convicciones llevadas a su marco decisional y, por lo tanto, por sus hechos concretos, lo cual hace objetivo y materializa un acto colectivo. Como lo mencione, para llevar adelante el proyecto de la empresa consciente requiere a su vez lideres conscientes, líderes que manifiesten abiertamente su convicción espiritual.