ATENCIÓN PLENA Y LA CRUCIFIXIÓN
Hay temas que siempre serán controversiales y de difícil abordaje, y por supuesto, compleja asimilación. ¿Por qué los humanos somos como somos? Estamos en plena “Semana Santa” del año 2022 y he decidido por esta reflexión que, aunque lo pueda parecer, no trata de un tema religioso, sino de cómo el ser humano, como parte de su naturaleza, es una “máquina” de generar significados y tiende a descansar buena parte de sus decisiones de vida en esos condicionamientos transgeneracionales que representan creencias o ecuaciones de conducta, que no hemos revisado.
En Semana Santa se generaliza la idea de considerar el jueves y el viernes como un tiempo para descansar y vacacionar, y es así porque así hemos decidido significar estos días. Ya no solemos poner tanta atención, ni acción, al hecho original que implicaría un agradecimiento profundo, una revisión referencial que nos llevará a nuestra propia auto observación, sino al hecho que, estos días son una oportunidad para salir de una rutina que nos agobia para frecuentemente sumergirnos en la seducción lúdica que procura volcarnos en actividades que nos sustraigan de la pegajosa rutina.
De igual forma, muchos cristianos de distintas filiaciones religiosas, deciden honrar al hijo de Dios al celebrarse el aniversario de su crucifixión. Y ahora, entre estas disyuntivas me pregunto ¿Qué significa en sí este hecho?
Entre las historias, las fuentes de información, los evangelios oficiales y los apócrifos, las encíclicas, las revisiones e información entrecruzada con la que contamos, no existe una versión única, tanto de los hechos como de los personajes relacionados con este hecho.
Empero existe una idea central a debate que parte de las tradiciones religiosas que persistían en los tiempos en que Jesucristo vivió y fue crucificado: ¿Era Jesús el Mesías esperado?
Y con esto ligamos siglos de literalidad en el debate. Y comentó que es literal pues no ha habido un ápice de novedad en la plataforma de experimentación. Bueno, no ha existido novedad en nuestro mundo ordinario caracterizado por la dualidad. El debate se sigue dando pues nuestro sistema cognitivo ordinario caracterizado por el pensamiento, la memoria y el lenguaje, se encargan de reciclar los supuestos dentro de la dualidad de la realidad y pues el resultado es que así no resulta viable establecer la verdadera experiencia que representa la iluminación y el significado de la crucifixión dentro de este proceso.
Curiosamente, saliendo de la caja de los sesgos que nos llevan a la revisitación y confirmación de los hechos conocidos y adentrándonos en la experiencia espiritual pura a la que solamente podemos acceder por el ojo de la aguja que representa la atención plena, nos encontramos con esta ausencia de explicaciones literales, la sensación de desapego por encontrarle solo explicaciones lógicas a cada cosa que se dice, se ha dicho o hecho en relación con el mundo espiritual, y desde donde la perspectiva sufre un vuelco. En el mundo de la experiencia puramente espiritual no existen rasgos que diferencian nuestras percepciones, desde allí solo es lo que es y las distinciones, las interpretaciones, las lecturas y los significados, representan un producto de lo humano desde lo ordinario, desde nuestra realidad perceptual y subjetiva.
Es entonces que desde lo que podemos denominar el espíritu, no hay distinción posible entre cristianos, el Dios de los Cristianos, Judíos, Musulmanes, Budistas de cualquier tradición, y cualesquiera otra manifestación religiosa. Es cuando llegamos a esta vida, a este plano de la dualidad y del tiempo que nos decantamos por tomar un partido y una filiación, o acaso ninguna. Es entonces que, desde la experiencia espiritual el ser humano trasciende cuando deja de ver estas diferencias y detiene su juicio y se torna decididamente amoroso, compasivo, alegre y ecuánime. Estas cualidades son el estado natural del hombre que se han visto corrompidos por el apego y el sufrimiento.
El deseo de aferrarse a las cosas del mundo ordinario tiene como efectos el que confundimos el tener con el ser, un error original y categorial que es viable resolver, basta con tomar una decisión radical. Este devenir interno permanente, que nos impulsa a decidir todos los días más de lo mismo, las mismas rutinas, las mismas decisiones, los mismos motivos de alegría y tristeza, nos ofrece la tendencia de cada vez volver a decidir enviar a la crucifixión a nuestra parte espiritual más profunda para que nuestra conciencia pura, la verdad, la libertad de albedrío, no nos molesten y se mantengan de vacaciones en lugar de tomar la senda de la iluminación radical desde donde tomaríamos la responsabilidad de nuestra propia felicidad a través de la aceptación radical.
El mundo seguirá igual por muchos siglos más hasta el fin de los tiempos. Pero yo puedo cambiar mi mundo justo aquí y ahora.