La mayor parte de la ciencia administrativa que ha servido de base para la planeación estratégica de las organizaciones de la que tenemos memoria, se sustenta en la proyección lineal del comportamiento de sus elementos. Un comportamiento lineal se apoya en formulas relativas simples donde el crecimiento del mercado, la demografía, la apertura de sucursales, la inflación, el costo de capital y otras variables responden a un porcentaje obtenido de un antecedente, es decir, tiene como origen una referencia del pasado que se proyecta hacia el futuro. Las líneas proyectadas pueden ser rectas o curvas, pero responden a esta fórmula.
Por otro lado, si analizamos con una mayor minuciosidad los efectos reales que se comparan con estas previsiones, aun cuando pueden resultar muy similares en proyección y resultado, las diferencias tener una explicación distinta a un simple error razonable de rango de previsión. La respuesta puede encontrarse en que, en el pasado, el efecto exponencial que se produce en la sociedad y en su economía tenía una velocidad de replicación tan lenta que no se notaba. El efecto de la rana hervida donde se va incrementando la temperatura gradualmente de tal forma que no se nota el cambio y cuando se percibe, resulta demasiado tarde para remediarlo. La rana se ha cocido.
La realidad de las cosas es que ningún comportamiento ha sido ni será previsible desde una proyección lineal. Ahora, esta premisa se ha evidenciado de tal forma que hace de la disrupción una necesidad permanente. En nuestros días, cualquier organización que base su planeación estratégica en previsiones obtenidas linealmente tiene unas altísimas posibilidades de fracasar.
Resulta una afirmación cierta que el cambio es la constante, no obstante, existe un arte que consiste en solo cambiar lo que puede ser mejorado y evitar cambiar por cambiar. El escenario del cambio necesario proviene de una adecuada detección de necesidades basado en el ciclo de la experiencia que, como paso consecuente, nos impulsa a actualizarnos, es decir, a producir escenarios alternativos que revelan una relación de causa- efecto más adecuada a los retos que enfrentamos.
Un extraordinario libro es el de organizaciones exponenciales cuyo proyecto coautoral es liderado por Salim Ismail, el cual nos ofrece como propósito fundamental crear conciencia de que el entorno no solamente es cambiante, sino que cambia a una cierta velocidad, a la cual cada proyecto es sensible de distinta forma. La velocidad de cambio del entorno nos obliga a la constante actualización de la ecuación mediante la cual diseñamos e implementamos las estrategias. Los errores de apreciación del entorno pueden ser tan costosos que impiden la desaparición de las mismas empresas.
Las empresas familiares son organizaciones sensibles a estas premisas que deben considerar para estar en condiciones de cumplir con sus propósitos como empresas familiares conscientes el de considerar el interés de todos los involucrados, por lo que además de los eslabones empresariales, se agregan los familiares en su ecuación.
Al considerar todos los elementos de la conjunción de la empresa y la familia, las prácticas de inteligencia espiritual ofrecen un exquisito maridaje para no solo disminuir los riesgos de fricción entre los subsistemas, sino procuran la disponibilidad tierra fértil para un liderazgo trascendente e inspirador de las distintas generaciones.
La empresa familiar consciente requiere integrar dentro de sus valores el respeto por el trabajo humano y equilibrar el avance tecnológico que pretenda sustituirlo. Una medida disruptiva es favorecer la economía familiar y social a costa del beneficio alto pero transitorio y perjudicial, de una poshumanidad tecnológica. Ante el impulso del desarrollo tecnológico, un puntal consciente como el que comentamos favorecerá la reconversión de la curva de la rentabilidad, hoy por hoy comprometida por la inminencia del peligro de un descenso brutal e imparable que obligara a una fórmula de retribución de las ganancias con base a una tecnología sustitutiva de mano de obra humana entre los afectados, lo cual es una puerta a la manipulación social alejada del libre mercado. El capitalismo consciente es un planteamiento ético y rentable, ya que la consciencia implicada procura el beneficio legítimo de todos los involucrados y de todos los interesados, lo que evita las distorsiones que de manera sistémica se pretende corregir con mecanismos redistributivos.